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viernes, 28 de octubre de 2011

Masoquismo ilustrado (1) - Los juegos del hambre

Uno de mis pequeños placeres culpables (si es que se le puede llamar así) es la lectura de novelas impropias de mi edad y mi bagaje literario, las consideradas dentro de la “literatura juvenil”. Y en esa categoría me atraen especialmente las que se escriben para chicas, protagonizadas por niñas torpes-pero-encantadoras inmersas en apasionados triángulos amorosos. Ignoro si es porque aun, en el fondo, soy una jovenzuela, y me encuentro con un pie dentro de esa área de público al que se dirigen, o porque siento una fascinación especial por esas lecturas que son, de estúpidas, casi insultantes.

A raíz de la publicación de los posters de la película Los juegos del hambre recuerdo que tenía pendiente terminarme una de esas trilogías que abandoné un día que no tenía el cuerpo para tonterías. Ahora sí que debo tenerlo, porque retomé la lectura del tercer tomo, el más insufrible de todos ellos (como manda el canon).

Antes de empezar, ¿de qué saga estamos hablando?

Es la hora. Ya no hay vuelta atrás. Los juegos van a comenzar. Los tributos deben salir a la Arena y luchar por sobrevivir.  Ganar significa Fama y riqueza, perder significa la muerte segura... ¡Que empiecen los Septuagésimo Cuartos Juegos del Hambre!

Un pasado de guerras ha dejado los 12 distritos que dividen Panem bajo el poder tiránico del “Capitolio”. Sin libertad y en la pobreza, nadie puede salir de los límites de su distrito. Sólo una chica de 16 años, Katniss Everdeen, osa desafiar las normas para conseguir comida. Sus prinicipios se pondrán a prueba con “Los juegos del hambre”, espectáculo televisado que el Capitolio organiza para humillar a la población. Cada año, 2 representantes de cada distrito serán obligados a subsistir en un medio hostil y luchar a muerte entre ellos hasta que quede un solo superviviente. Cuando su hermana pequeña es elegida para participar, Katniss no duda en ocupar su lugar, decidida a demostrar con su actitud firme y decidida, que aún en las situaciones más desesperadas hay lugar para el amor y el respeto.


Suena interesante ¿eh? ¡Y si no hubiera leído antes Battle Royale sonaría hasta original! Tras un intenso ejercicio de apertura de mente, acabo "Los juegos del hambre" con mejor opinión de la que creí que tendría. Resulta que el libro de Suzanne Collins es interesante, y adictivo. Muy adictivo. Pero claro, no podía ser de otra forma estando basado en la fórmula de "Battle Royale".

Pero también es muy light, y desaprovechado, porque cuando es patente de qué pie cojea esta obra (su orientación a un público juvenil) ya ves venir el final. Sin embargo, no deja de ser notable el intento de la autora de desmarcarse de las típicas novelas rosas creando un personaje femenino poderoso e independiente. Es una pena que no lo consiga del todo, pues son demasiadas las irónicas escenas en las que el chico de turno adopta una actitud protectora para con una chica que ha demostrado arreglárselas muy bien solita. Es más, la mayor parte del tiempo son ellos quienes parecen necesitar la protección de Katniss. 

Sin embargo, creo que lo que más me atrajo fue la parte de Ciencia ficción pura y dura, como la extravagante gente del Capitolio, y la crítica social implícita en la presentación de los Juegos del Hambre como un Reality Show y todo lo que ello conlleva: la búsqueda del favor del público, o la idea del enfrentamiento entre los jóvenes que entrenan para competir desde pequeños y aquellos que entran al juego obligados. 

Suzanne Collins podía haber intentado hacer algo distinto, pero cae en todos los tópicos del género. Y es una pena, porque la fórmula del Battle Royale podía dar mucho de sí. 

Y las siguientes partes, más de lo mismo:


En En llamas, la segunda parte de Los juegos del hambre, me encontré con que los defectos que ya tenía el primer libro (provocados por lo limitado de la autora, y el lastre de ser literatura juvenil) se habían acentuado, haciéndose la lectura bastante pesada durante más de la mitad del libro. Hasta que Collins no vuelve a la fórmula que tan bien le funcionó en la primera parte (¡y de qué manera, me maravilló la idea del reloj!) no me enganché. Me encantaron todos los acontecimientos que se suceden in crescendo a partir de ese momento, y el final, sublime. (Aunque a mí no me pareció nada sorprendente, lo vi venir muchísimo antes.) Esto es, lo que para mí, salvaba el libro. Todo lo demás, morralla prescindible. 


Aunque no tenía grandes expectativas con esta tercera parte, pensé que quizá se repetiría el "milagro" de la segunda parte, dándonos a los lectores un último tercio interesante. ¡Qué equivocada estaba! Posibilidades había, sin embargo, pues la estructura del segundo y tercer libro es muy similar.

Grosso modo, podríamos dividir el libro en tres partes: la mal llevada trama amorosa, la mal escrita trama político-militar que interrumpe brevemente la amorosa, y el bochornoso epílogo, digno de J.K.Rowling. Qué mal se trata a los lectores jóvenes…


 Y a partir de aquí, Spoilers: 




Analizándolo por partes:

En la trama amorosa tenemos algo que me recuerda al Eclipse de Meyer (puedo estar confundida, no obstante, porque he intentado olvidar todo lo que leí de esa saga). Tenemos un triángulo amoroso, una chica traumatizada y confundida y dos pretendientes, uno ausente y uno aguantando el tirón. La autora(o su editorial) decide que solo puede existir una opinión única con respecto al pretendiente idóneo, y, como en el resto de las novelas de este género, tiran por el camino fácil: demonizar a uno de ellos y santificar al otro. ¿Qué es a costa de colocarles conductas que les serían impropias? Bah, qué más da. Total, solo lo leen quinceañeras, esas ni se enteran. Al pretendiente número 2 le sacamos una vena genocida, (tan típica de los chicos de 20 años) y listo! Así se disipan las dudas de la afortunada Katniss, y se ahorra el tomar una decisión difícil.


Las comeduras de cabeza de Katniss y su lenta evolución psicológico-amorosa se llevan un 80% de la novela, aproximadamente. El ritmo es relativamente tranquilo en estas partes. Aburrido para un lector que ya sabe por dónde van a ir los tiros.


Y llegamos a la parte de estrategia política, la única que me había resultado atractiva de los tomos anteriores. La pequeña parte dedicada a lo que se supone que es la trama principal, avanza a trompicones y se va volviendo incoherente por momentos, hasta llegar al climax con una explosión (literal) de ridiculez que me resultaba hasta ofensiva.


Veamos: los rebeldes están llegando al Capitolio, y Katniss descubre que el presidente Snow está utilizando a los niños de la ciudad como escudo humano. Esos niños son bombardeados desde el aire por lo que parecen los soldados del Capitolio, y los médicos del distrito 13 que van a auxiliarlos son masacrados también. Qué tragedia, ¿no? Y qué gore todo. Lo más fuerte es que en ese ataque muere la hermana de la prota… jo, voy a llorar. ¡Ah, no, que a mi estos personajes me importan un pimiento! Creo que lo que siento no es tristeza, sino confusión: ¿El presidente se crea un escudo humano (con los críos de sus ciudadanos) para cargárselo el mismo? ¿Eso tiene sentido?


¡Ah no, que todo es una estratagema de la escritora! ¡En un retorcido giro de los acontecimientos resulta que los atacantes son los rebeldes! Claro, eso tiene muchísimo sentido. ¿Qué mejor forma de legitimar un nuevo gobierno que cargándose a un montón de niños y a tus propios médicos?


Lo que nos está contando Collins es esto: el distrito 13 se pasa toda la revuelta lanzando propaganda a través de Katniss, porque consideran que el apoyo de la opinión pública es esencial para derrocar al actual gobierno. Cuando tienen a 11 distritos unidos a su causa (y a uno de ellos derrotado), deciden tomar la decisión menos popular posible: matar a un montón de niños, con la esperanza de cargar esas muertes a la cuenta de un gobierno que (1) Ya estaba derrocado (2) No tenía razones para hacerlo. Y todo esto sin olvidar el pequeño detallito del problema de infertilidad que azota el distrito nuclear.


Remata eso con un epílogo Rowlingiano.

¿Qué es, en resumen? Un despropósito. La sensación que se te queda es: ¿qué más da, si es para quinceañeros, y esos se lo tragan todo?

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